Salazar nació en 1978 en un pequeño paraje ubicado a 40 kilómetros de Bariloche, conocido como Villa Llanquín. Desde temprana edad, desarrolló una pasión por los caballos y las jineteadas, convirtiéndose en una referente femenina que se destacaba en competiciones regionales y nacionales.
A pesar del revés inesperado que sufrió tras su accidente, demostró una admirable fortaleza y determinación para enfrentar su nueva realidad. “Fue durante un torneo multidisciplinario, en el Balneario El Cóndor, cuando tuve mi primer encuentro con la arquería adaptada. Noelia Valenzuela, profesora de arquería, se me acercó y me sugirió probar, reconoció en mi condición y el perfil necesario para la disciplina. Hoy 10 meses después, me encuentro entrenando en el CeNARD y la arquería se convirtió en mi cable a tierra”, expresó.
En el CeNARD –Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo- avanzó significativamente en su técnica y pasó de participar en la categoría de 18 metros a enfrentarse a desafíos de 50 metros. Su determinación y enfoque la llevaron a establecer un objetivo ambicioso: “Quiero alcanzar los 70 metros, para clasificar y representar a mi país en torneos nacionales e internacionales”, enfatizó.
Para Argentina Salazar, la arquería adaptada no solo representa una nueva pasión, sino también una oportunidad para superar las adversidades y alcanzar sus metas. “Es importantísimo poder compartir, fomentar y difundir el deporte adaptado, que las personas con discapacidad tengamos la oportunidad de seguir haciendo cosas. Nuestra vida no termina en una silla de ruedas, la vida sigue como cualquier persona” Su historia es un testimonio inspirador de la capacidad humana para adaptarse, crecer y alcanzar nuevas alturas, incluso en medio de los desafíos más difíciles.